
Los Cuentos Bárbaros. Esta serie empezó a formarse al final del verano de éste año, nació por la incisiva observación de una persona que conoce demasiado bien mi trabajo y mis intenciones: era necesario hacer una gran serie en papel que aloje todo el caos que mi pensamiento tiene. El papel, como soporte, debía sentar la pauta como un acto liberador en comparación al históricamente grandilocuente lienzo. Concretamente, solo se me veía libre cuando dibujaba sobre algún pedazo de papel, sin expectativas ni esperanzas, simplemente ejerciendo un acto fisiológico, vital y directo sobre el más sencillo de los soportes. Las treinta obras fueron producidas de forma paralela a mi obra más habitual en óleo. El artífice de esta sugerencia, el Sr. Robinson, se encargó de comportarse como un ente vigilante en el tiempo que duró la ejecución de la serie. Después de las primeras quince obras, tuve una prohibición médica peculiar, se me prohibió trabajar en óleo y así evitar sus vapores corrosivos e intensos… una vez más, el Sr. Robinson tuvo un accionar clarividente al persuadirme para ejecutar ésta serie. Noche a noche las láminas se iban sucediendo dejando un rastro de inquietante calma, el dibujo era también una forma lenitiva de enfrentar los días pasados durante la divertida enfermedad y curiosa convalecencia, era como el más cómodo de los sillones mentales, como a lo que postulaba Henri Matisse en su más poderosa declaración sobre su obra: calma y belleza, calma y voluptuosidad, calma y redención. Los Cuentos Bárbaros, título que tomo prestado de la obra maestra de Paul Gauguin, es una narración que debe tener sobre todo la estela del aroma del miedo como principal soporte atmosférico. Toda la serie se rige en base a un furor zoológico que no deja de ser un panorama amable si se le compara con los tiempos que habitamos. Cualquier alegoría en el papel se convierte en una bella estampa si se conoce verdaderamente las intenciones de un ser humano. Los Cuentos Bárbaros se tejieron, como dije anteriormente, en un afán de extirpar algunos miedos pero al final se terminan inundando de un total y absoluto miedo único y es éste miedo el origen y la savia vital de nuestra época, es el miedo el que construye nuestra historia actual y es verdaderamente como el más cómodo de los sillones salido del más brillante de los cuadros de Matisse, no conozco otra atmósfera, el miedo se convierte en aire vital que reanima los pulmones. Al final no busco nada, mi desorientación sobre el plano blanco es legendaria, esta serie de obras no tiene ninguna intención pero en su ruta diaria terminó sirviendo para hacer serios descubrimientos sobre el mundo en el que camino, sobre las pocas personas que conozco y sobre el sujeto que atento me observa desde el espejo todos los días. José Luis Carranza Lima, invierno del 2023
(b. 1981, Lima, Perú) Jose Luis Carranza trabaja largas y estrictas horas, con jornadas laborales que varían de 2 a 16 horas, dependiendo de la intensidad requerida para satisfacer la necesidad instintiva que impulsa su práctica. Completó sus estudios artísticos en una época en la que se creía que un artista debía ‘justificar’ sus ideas, lo cual ahora busca destruir con su obra. No disfruta de la pintura, ni obtiene placer de ella, pero la necesidad de controlar su angustia a través del proceso creativo es mayor que la carga que le causa la pintura. El artista trabaja de manera espontánea, evocando recuerdos de su infancia y los primeros contactos con experiencias de vida. A pesar de la fuerte imaginería surrealista de su obra, Carranza no busca crear un mundo imaginario, en sus propias palabras lo describe así: “No escapo de la realidad, al contrario, me muevo paralelamente a ella”. Carranza ha tenido más de una docena de exposiciones individuales, siendo las más recientes “Historia Natural” en 2017 y “La celebración de las cenizas” en 2019 en Enlace Art Gallery, Lima, Perú.